El encuentro.
Mientras se dirigía hacia aquella mesa, no dejaba de pensar qué iba a decirle, y tan ensimismada iba que no se dio cuenta que pasaba un camarero y se chocó con él. Un estruendoso ruido inundó la cafetería ocasionado por el caer de la bandeja. Y el café fue a parar a su blusa. Trató de ayudar al camarero agachado que intentaba recogerlo todo, pero él no la dejó. La chica del andén 18, se incorporó de inmediato mientras intentaba, sin éxito, arreglar su ultrajada blusa. Levantó la vista buscándolo y se topó con unos ojos traviesos, surcados de preciosas patas de gallo, lo que indicaba una sonrisa maliciosa detrás de aquel periódico. Ella no pudo evitar ruborizarse y esbozó una media sonrisa. No podía creerlo, menuda situación más embarazosa. Y con todo el decoro que fue capaz, su blusa manchada y sus nervios aflorando en su piel, continuó hacia la mesa. Se notaba que aquel intrigante desconocido estaba disfrutando con el espectáculo; por eso al llegar, le espetó: &quo